La fosa de la carretera 501
Cerca hay otra fosa que no se excava porque está en una
finca de la juez que debe autorizarlo | Las familias pasan en coche sobre los
restos de sus padres asesinados en el
36
Política | 07/02/2011 - 01:07h
Principio del formulario
MÁS INFORMACIÓN
En la historia de España hay hechos que podría considerarse
que, pese a su dramatismo, guardan un final feliz. Son los que acaban con la
recuperación de las víctimas, con décadas de miedo y silencio y con la reparación
moral de los daños sufridos. Son historias en las que las familias pueden
enterrar a sus muertos y experimentar por fin el duelo por la pérdida de sus
familiares. Pero hay miles de casos en los que ese final no es posible. Uno de
ellos, especialmente penoso, es el de la carretera CL 501, que discurre junto a
Arroyo de las Casas, a la altura de Pedro Bernando (Ávila), junto a una vieja
cantina.
La carretera fue reparada a sabiendas de que allí había una
fosa en la que yacen siete u ocho cuerpos, dos de ellos de mujeres. Sin
recorrido alternativo, las familias de los que allí fueron asesinados el 20 de
septiembre de 1936 pasan con sus coches por encima de sus muertos. Sólo un
letrero, pintado al borde del arcén a brocha y bajo los peligrosos quitamiedos,
anuncia un lacónico “fosa común”.
Entre las víctimas está la madre de María Martín González.
Faustina González murió aquel 20 de septiembre a manos de unos falangistas que
la buscaban a ella y su marido. El hombre estaba segando por el norte de
Castilla y León, como era normal entre los jornaleros en esa época. Ella se
quedó en el pueblo. Se la llevaron junto con seis o siete personas más (no se
sabe con certeza) y los bajaron a empellones hasta un lugar donde el arroyo que
da nombre al pueblecito formaba una zanja natural al cruzar bajo un camino que
hoy es carretera. Un tiro o dos a cada uno. Y se acabó.
Este relato podía tener otro color si alguien hubiera hecho
caso al capataz de la subcontrata que reparó la CL 501 y se topó con lo que le
pareció una fosa con restos humanos. Paró la obra, avisó sus jefes y estos al
Ayuntamiento de Pedro Bernardo, gobernado por el Partido Popular, que se mostró
dispuesto a recuperar los restos.
Pero no se hizo por oposición tenaz y legal –cuentan los
especialistas que intentaron e intentan la exhumación– de uno de los
descendientes de una de las víctimas que, paradojas de la vida, se casó con la
hija de uno de los falangistas que se supone que mataron a los que allí yacen.
Hasta la fecha, la fosa sigue intacta, pero ha sido
explorada con georradar: ha dado como resultado la posibilidad de que la zanja
tenga unos cinco metros de extensión y quizás algo más de dos de profundidad.
Allí hay cuerpos, pero nadie ordena la exhumación. Mientras,
como María, Enrique, profesor del instituto de secundaria del pueblo, pasa con
su coche sobre el lugar donde está el cuerpo de su padre al que mataron por ser
de izquierdas. Es una historia más. Pero hay muchas, miles. En un pueblo
cercano no se excava en la fosa localizada porque está en la finca de la juez
que debe autorizarlo.