Wednesday, November 24, 2010

ESPECIAL: Un juez ante la justicia










El Supremo rechaza sancionar a Garzón por la noticia de la imputación de Camps


El Poder Judicial, la Abogacía del Estado y ahora el alto tribunal echan por tierra la denuncia del PP

JULIO M. LÁZARO - Madrid - 24/11/2010


.ESPECIAL: Un juez ante la justicia



La Sala de lo Contencioso del Tribunal Supremo ha rechazado un recurso del PP en el que pedía que el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) sancionase al juez suspendido Baltasar Garzón por la supuesta filtración de la noticia sobre la imputación del presidente de la Generalitat valenciana, Francisco Camps, en el caso Gürtel. El Supremo declara en la sentencia que no existe un derecho del PP a imponer una sanción a Garzón.

Dívar respalda a los jueces de Garzón y niega que le acose el Supremo

El PP presentó el 12 de marzo de 2009 una denuncia ante el CGPJ por la filtración de la noticia de la imputación de Camps en el caso Gürtel, y atribuía al entonces juez instructor, Baltasar Garzón, el propósito de "dar a los medios titulares sensacionalistas perjudiciales para el PP". El partido que preside Mariano Rajoy también criticaba la forma en que se hizo la notificación a Camps, mediante una llamada de un inspector de Policía de la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal (UDEF) para que le diera un número de fax y remitirle el auto de Garzón.



Según el PP, la notificación se hizo así para habilitar tres días de plazo para que Garzón disfrutara de un permiso por tener programado un viaje. También denunció que Garzón hubiese viajado fuera de España sin cumplimentar una exposición razonada a los tribunales superiores de Madrid y Valencia.



El servicio de Inspección del Poder Judicial investigó los hechos y archivó la información abierta tras comprobar que Garzón había solicitado los correspondientes permisos para ausentarse y después de que la Jefa de Prensa de la Audiencia Nacional informase de que se había seguido escrupulosamente el Protocolo de Comunicación de la Justicia, según el cual se facilitan a los medios las resoluciones que los jueces consideran de interés público y no afectan a la investigación ni están bajo secreto del sumario.



El PP pidió una aclaración porque desconocía el Protocolo de Comunicación de la Justicia y la Comisión Disciplinaria del Poder Judicial replicó que no era necesaria "por estar expresado el acuerdo en términos suficientemente claros y precisos".



El PP recurrió al Supremo añadiendo a los hechos de la denuncia el "grave perjuicio que las filtraciones han causado al PP", el "mal uso" que Garzón habría hecho del secreto del sumario y la "falta de imparcialidad" del magistrado para instruir "un proceso en el que están imputadas personalidades del PP" ya que el juez fue "segundo del Ministerio del Interior de un Gobierno socialista" y que "ha formado parte del PSOE, siendo el PP el mayor grupo de la oposición".



La Abogacía del Estado informó en contra de la admisión y de la estimación del recurso, principalmente porque la demanda "se basa en meras suposiciones" del PP sobre la conducta del juzgador.



El Supremo, tal como mantiene la Abogacía del Estado, no acepta la legitimación del PP para pretender que se sancione a los jueces por la responsabilidad en que hubieran podido incurrir, ya que "ni existe el derecho a obtener la imposición de una sanción al denunciado", ni "integra el interés legítimo la pretensión de que imponga dicha sanción". La eventual imposición de una sanción al juez "ni le reportaría una ventaja ni le evitaría un perjuicio" al recurrente, añade el Supremo.



Respecto a las críticas del PP contra el Consejo del Poder Judicial por no haber investigado el asunto suficientemente, el Supremo explica que el PP no puede reprochar al Consejo traer al proceso hechos nuevos, distintos de los de la denuncia inicial, que no planteó ante el Consejo y que le reproche no haberlos tenido presentes.



El Supremo replica que "no es irrazonable", a la vista del informe del jefa de prensa de la Audiencia, excluir los indicios de responsabilidad disciplinaria de Garzón. Y por lo que se refiere a la notificación del auto a Camps, la responsabilidad primordial es del secretario del juzgado, por lo que tampoco cabe cuestionar la actuación de la Comisión Disciplinaria. Respecto a la ausencia de Garzón antes de presentar la exposición razonada, el Supremo dice que, solicitado y concedido el permiso, no cabe responsabilizarle por ello.



El Supremo concluye señalando que la conclusión de que no hay indicios de responsabilidad disciplinaria de Garzón "no es irrazonable", por lo que se debe confirmar la legalidad del acuerdo recibido.

A 200 metros del debate de la ley, la otra memoria histórica






La Fundación Ernest Lluch reúne en Madrid a cuatro protagonistas de los Pactos de la Moncloa

JUANMA ROMERO MADRID 17/10/2007 20:35 Actualizado: 18/10/2007 00:34





Izquierda y derecha históricas. Santiago Carrillo y Manuel Fraga conversan al término de la mesa redonda organizada ayer por la Fundación Ernest Lluch. MÓNICA PATXOTMónica Patxot

Foto de arranque: Santiago Carrillo, Manuel Fraga, Manuel Lagares y José María Benegas, Txiki. Cuatro protagonistas de la Transición. Comparten una mesa redonda montada por la Fundación Ernest Lluch en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, a dos pasos del Congreso. Tema: qué aportaron los Pactos de la Moncloa a la democracia.

La foto es de ayer, miércoles. 30 años después. Y se puede describir de dos formas: al estilo Cuéntame cómo pasó —anécdota, batallita— y al estilo memoria histórica —reconciliación, consenso, mirada al pasado... y la ley, sobre todo la ley—.

Vayamos al relato A. A Cuéntame. Al detalle que escapa a los libros de historia. “Claro que pactamos [Adolfo] Suárez y yo de antemano un plan económico para sanear la economía española”, desveló Carrillo, entonces líder del Partido Comunista. “Lo hablamos ya desde la primera reunión que tuvimos, en febrero de 1977, antes de la legalización del PCE. Cuando se iniciaba la preparación del acuerdo, Suárez me decía: ‘Si hacemos los Pactos, [Felipe] González, Fraga, tú y yo solucionaremos los problemas básicos. El Gobierno resolverá los problemas de trámite’”.

Lagares, redactor del programa económico de los Pactos, aportó la intrahistoria. Cómo el custodio de los dineros de Suárez, el ministro Enrique Fuentes Quintana —fallecido el pasado mes de junio— ya tenía en mente una completa reforma económica antes de la muerte de Franco. Cómo después el “maestro Fuentes” persuadió al presidente de que no bastaba la microcirugía del verano de 1977 —cambios en las cajas de ahorros, unificación de los cuerpos de inspección de Hacienda—. Cómo se dibujó, en fin, un “diagnóstico de los males del país, que no hay hoy”.

El dios consenso

En la versión Cuéntame también cabe una de don Manuel. El plante que le hizo a Suárez en la parte política de los Pactos. La que enterraba la censura, despenalizaba el adulterio o reforzaba los derechos sindicales. “No la firmé en 1977 porque el cambio político vendría de suyo”, zanjó Fraga, muy molesto.

¿Y la fórmula B? Pertinencia máxima porque a escasos 200 metros la Comisión Constitucional del Congreso tejía los últimos flecos de la ley antes del pleno. Y porque precisamente el fundador de Alianza Popular entró en toriles. “La ley va por el camino contrario” de lo que fueron los Pactos de la Moncloa. “Entonces buscamos qué nos unía, no lo que nos separaba. Hay que olvidar, aprender de 1977”.

Txiki Benegas, Carrillo y Lagares callaron. “No es el momento”, arguyeron. La Ernest Lluch les reunía para celebrar cómo se parió el consenso. “Los Pactos nacieron en una circunstancia especial que no se repite más de una vez en la historia de un país. Quien piense que hoy podría llegarse a unos acuerdos iguales, está fuera de la realidad”. Eran otros tiempos. Justo los de Cuéntame.